de: María Espósito: Leyendas
Mapuches; en: Diccionario Mapuche mapuche-español /
español-mapuche; personajes de la mitología; toponimia
indígena de la Patagonia; nombres propios del pueblo
mapuche; leyendas; Editorial Guadal S.A., 2003; ISBN
987-1134-51-7, p.270-271
Resumen: Un tribu de guerreros (El Enemigo Invencible)
con el cacique Linco Nahuel fue invencible: Destruyeron o
esclavizaron a todos los invasores. Vivían en
la región del volcán sagrado Amun-Kar como trono del
creador del mundo. Un día fueron invasores y el cacique
Nahuel quería darles un susto grande con disfrazas como
animales salvajes. Pero los invasores enanos tenían su
táctica y con flechas del cerro Amun-Kar han bien vencido
a los invencibles y detenían al cacique Nahuel. El jefe de
los invasores quería lanzar todos los mapuches del cerro
al barranco. Cuando fue lanzado el primer mapuche al
barranco Nahuel tenía miedo la primera vez en su vida y el
volcán Amun-Kar inició con erupciones mezclando mapuches y
enanos en su lava y fueron la misma ceniza. El creador del
mundo convirtió Nahuel y el jefe de los enanos en piedras
porque tenían el coraje falso hacer la guerra en el volcán
sagrado y tienen que soportar el tronar del cerro. Así los
mapuches cambiaron el nombre del cerro Amun-Kar como cerro
Tronador.
<Cuentan que hace muchísimo tiempo vivía en la cordillera
una tribu de guerreros, conocida como El Enemigo Invencible.
No tenían vecinos ni aliados. Aquel ejército que se animase
(tener el coraje) a entrar en su territorio sin autorización
era esclavizado o aniquilado (destruido). Entre los
invencibles no había lugar para los endebles (flojos).
Este pueblo tuvo un jefe valiente y formidable llamado Linco
Nahuel, que en idioma mapuche (mapudungun) significa "el
tigre que salta". Este cacique provocaba un miedo
indescriptible en sus víctimas y era incapaz de perdonar.
Entre todas las montañas del país de Linco Nahuel se
destacaba el pico nevado del cerro Amun-Kar, el monte
(p.269) sagrado que - según el mito - era el trono de
Nguenechen (creador del
mundo). Su magnitud inconmensurable dominaba el paisaje. A
veces sucedía que la montaña se enojaba y provocaba
desastres por los alrededores. La montaña escupía fuego
hacia el cielo calcinando (quemando) bosques y castigando a
los mapuches con rocas incandescentes (quemadas) que volaban
por los aires. Cuando eso pasaba, la gente le tenía más
temor a la furia de la montaña que a los ejércitos de Linco
Nahuel.
Una mañana, mientras el pueblo invencible se encontraba
acampando (en un campo) en el gran valle ubicado a los pies
del Amun-Kar, los centinelas (los vigilantes) llevaron
una noticia a Linco Nahuel: una tribu había pisado el
territorio. Un extraño ejército de desconocidos estaba
escalando por el lado opuesto del Amun-Kar. Eran miles de
enanos armados.
Linco Nahuel hervía de furia y no veía el momento de
aplastarlos como hormigas.
Sin embargo, decidió calmarse y pensar en alguna estrategia.
Linco Nahuel conocía el valor de los planes. A las pocas
horas mandó llamar a sus segundos y les ordenó:
-- Vayan a entrevistarse con el jefe de los enanos.
Disfrácense con cueros de guanacos y puma. Píntense la cara
del modo más horroroso y adórnense con las plumas del
choique (avestruz
patagónico) más largas y oscuras. Y sobre todo, mirada
severa y pocas palabras. Así los amedrentaremos (damos un
susto), y cuando comiencen la retirada caeremos sobre ellos.
Los enviados partieron confiados, pero volvieron humillados
y furiosos a contar lo que había sucedido. Linco Nahuel
escuchaba atento.
-- Los enanos son una tribu de montañas y pretenden
(afirman) quedarse a vivir en el Amun-Kar. Dicen que no
conocen tu nombre. Les hablamos de la furia de la montaña,
pero dicen que no tienen miedo. Ni a eso ni a nada. Se
mofaron (hacen chistes) de nosotros. Son chiquitos pero muy
valientes.
Entonces, Linco estalló (explotó) en cólera y se dispuso
para la guerra. El ejército invencible esperaba la orden de
atacar, pero sorpresivamente los enanos se lanzaron desde
arriba sobre ellos hiriéndolos con miles de flechas y danzas
pequeñas. Linco Nahuel no pudo con los pigmeos (enanos)
guerreros y fue tomado prisionero (p.270).
El jefe de los enanos dietó su sentencia:
"Todos los prisioneros mapuches subirán a la cumbre y desde
allí serán arrojados (lanzados) al precipicio (barranco). El
último en caer será Linco Nahuel, para que vea la muerte
muchas veces antes de morir."
Cuando empujaron al primer mapuche al precipicio, Linco
Nahuel miraba impávido la distancia de la caída. En ese
momento, sintió - por primera vez en su vida - cómo la
sangre se le congelaba por el miedo.
De repente, se escuchó el primer estruendo (bulla) de la
montaña. Las rocas volaban en mil pedazos convertidas en
bolas de fuego. Un espeso río de lava arrastró a mapuches y
enanos, que mezclaron sus gritos hasta confundirse en la
misma ceniza.
Nguenechen (el
creador del mundo) ordenó que los dos jefes se sentaran
frente a frente para que contemplaran juntos el horror,
provocado por la osadía (coraje falso) de llevar la guerra a
su montaña. Para que el castigo fuera eterno, los convirtió
en piedras. Desde ese entonces, fueron cubiertos muchas
veces por la lava ardiente o el hielo. Lo cierto es que
están condenados a escuchar el tronar intermitente de la
iracunda montaña. Por eso las tribus del valle ya no llaman
al cerro Amun-Kar sino Tronador. Cuentan los mapuches que
los dos caciques esperan ansiosos el día en que
Nguenechen se duerma y
puedan despertar ellos para vengar a sus pueblos.>
(p.271)