de:
Javier Cabrera Darquea: El mensaje de las piedras
grabadas de Ica; edición privada, quinta edición 1991;
avenida Bolívar 170, plaza de Armas, Ica, Perú. tel.
231933 / 234363;
10. EL HOMBRE REFLEXIONA SOBRE EL HOMBRE
Hace millones de años, hombres de una inimaginable
sapiencia así como de una increíble antigüedad,
procedentes de una humanidad establecida en un planeta
del cosmos, llegaron a la Tierra cuando la vida en
nuestro planeta se hallaba en evolución. Sabemos que
provenían de su planeta situado en la constelación de
Pléyades, uno de los cúmulos de estrellas que forman
parte de más de cien mil millones de estrellas que
componen nuestra galaxia, la Vía Láctea. Aun para los
más grandes científicos de la actual humanidad
resultaría imposible imaginar cómo esos hombres ubicaron
a nuestro planeta entre la inmensa cantidad de cuerpos
celestes que conforman nuestra galaxia. Y si no fuera
por los que nos han informado las Piedras Grabadas de
Ica respecto de la velocidad con que aquellos hombres se
desplazaban por el cosmos, resultaría imposible aceptar
que hubieran podido vencer la distancia de 20 millones
de años luz que existe de Pléyades a la Tierra.
Aquellos poderosos seres humanos no arribaron a nuestro
(p.373) planeta al final de una aventura. Probablemente
sabían que más allá de la Vía Láctea, infinitamente más
lejos y en todas direcciones había y todavía permanecen
incontables galaxias que tienen millones de planetas,
entre ellos tal vez muchísimos semejantes a la Tierra.
Pero vinieron a la Tierra y generaron una humanidad, lo
que nos hace pensar que su llegada obedeció a una misión
cuyo centro de interés era nuestro planeta.
Los hombres forjados en la Tierra integraron una
humanidad en la que cada quien se diferenciaba del otro
por su capacidad y por la calidad y cantidad de
conocimientos. No se piense, sin embargo, que los
hombres que vinieron del cosmos establecieron los
diferentes rangos cognoscitivos con el propósito de
limitar egoístamente las facultades intelectuales de los
hombres y aprovecharse así de ellos.
Los rangos eran necesarios por la diversidad de
actividades que debían realizarse para la existencia del
hombre, de modo que las diferentes funciones humanas
servían a la humanidad en su conjunto. El ascenso de un
rango cognoscitivo a otro exigía como requisito largos
períodos de reflexión sobre los conocimientos recibidos.
Así se aseguraba que el hombre, antes de adquirir un
rango cognoscitivo más elevado, estuviera
responsablemente compenetrado por propia experiencia de
los conocimientos que poseía y de la importancia de la
función que venía desempeñando. Los hombres sabían que
todos podían llegar a alcanzar el nivel reflexivo y
cognoscitivo de los hombres que los forjaron. No era,
pues, un premio ni un castigo sino un derecho natural
que se ejercía.
Indudablemente los que vinieron del cosmos fueron hombre
reflexivamente mucho más evolucionados que los hombres
que alcanzaron en nuestro planeta un elevadísimo nivel
reflexivo. La prueba de ello está en que los hombres
generados en nuestro planeta, no obstante el elevado
rango reflexivo y cognoscitivo que alcanzaron, pusieron
en peligro de destruir no sólo el planeta sino también
el género humano. La situación precataclísmica y el
cataclismo mismo fueron el resultado de la inferioridad
en que los hombres de la Tierra estuvieron frente a los
que vinieron del cosmos.
Pienso que los hombres que fueron hechos por (p.374) los
arcaicos Hombres Gliptolíticos cambiaron la finalidad de
su vida como consecuencia de que empezaron a utilizar el
elevado nivel reflexivo y cognoscitivo alcanzado, en
detrimento de los que ocupaban rangos inferiores. El
móvil de este desnaturalizado uso del poder reflexivo y
cognoscitivo fue el tomar como centro de interés de la
existencia el goce de la vida material.
Si tomamos en cuenta que lo que los hombres que vinieron
del cosmos imprimieron en la humanidad que generaron fue
el desarrollo de la capacidad reflexiva para incrementar
y conservar el conocimiento, el goce de la vida material
significó una regresión hacia el estado de animalidad y,
por consiguiente, el cambio de la finalidad de la vida
humana. Con ello, la idea del goce material y el
propósito del complacerse permanentemente en esa vida
pasaron a ser ideales en los demás hombres y, por lo
tanto, la aspiración de toda la humanidad.
Los Hombres Gliptolíticos, los que habían hecho hombres
en el planeta Tierra, tenían el suficiente poder
cognoscitivo como para obligarlos a seguir la verdadera
finalidad. Pero no lo hicieron. Actuando como verdaderos
hombres cognoscitivos, respetaron su decisión, porque
sabían que obligarlos a recuperar el verdadero camino
era un sometimiento y hasta una forma de esclavitud. Los
Hombres Gliptolíticos sabían que el camino escogido
llevaría a los hombres a su destrucción y con ello a la
destrucción de la esplendente humanidad que habían
forjado, pero también sabían que esa destrucción no
sería total pues algunos hombres habrían de salvarse.
Pensando en los sobrevivientes y en la humanidad que
resurgiría a partir de éstos en el futuro, mandaron
grabar los mensajes que ahora nuestra actual humanidad
empieza a conocer. La orden de grabarlos fue la única
imposición a que recurrieron. Sabían que algún día,
basados en que el género humano no se extinguiría,
hombres de esa futura humanidad encontrarían los
testimonios y algunos de ellos descifrarían los
mensajes. Sabían, asimismo, que se comprenderían
entonces los errores cometidos por el hombre y al mismo
tiempo se sabría la verdadera finalidad de la existencia
humana. Grabados los mensajes, los Hombres Gliptolíticos
retornaron a su planeta.
A muchos millones de años de la existencia de aquella
(p.375) humanidad, el cambio de la finalidad de la vida
del hombre persiste. La actual humanidad parece haber
llegado a la conclusión de que la naturaleza del hombre
es fuente de actos negativos cada vez más imprevisibles
y que por ello el hombre debe desconfiar de sus
semejantes porque el hombre es enemigo del hombre [así
viven el el loco Perú con su cristianismo "católico" que
siempre dice que el hombre sería "malo", pero de verdad
con la loca Biblia como libro de guerra racista contra
todos que no son "cristianos" así son "malos" de verdad
y matan como locos, no solo en el Perú, pero en todos
los estados católicos locos]. De allí que en la actual
humanidad se haya forjado un mundo en que cada quien en
su deseo de alcanzar la felicidad, piensa y cree que
debe hacerlo imponiéndose sobre los demás.
No es de extrañar por eso que en un mundo así forjado
tenga cabida y validez aquello de que "el hombre es lobo
del hombre" y que la frase "la lucha por la vida" haya
adquirido un significado que jamás tuvo. Ya no se trata
de esa lucha del hombre para dominar su habitat; ahora
se trata, lamentablemente, de la lucha del hombre para
dominar al hombre. Con esta concepción la humanidad
actual ha establecido sus normas de vida para querer
alcanzar paradójicamente la felicidad. Pero está muy
lejos de alcanzarla. Enfrascada en aquella lucha de que
está convencida, sólo llega a alcanzar medios
incipientes para pervivir biológicamente. Lo otro, las
elevadas formas de vida, aquellas que comprometen el
cultivo de la reflexión y del incremento de la energía
cognoscitiva - fuente de comprensión, solidaridad, amor
- está muy lejos de alcanzarlo. Desconfiando de sí
misma, la humanidad actual es una humanidad desesperada,
egoísta, sombría, violenta [sobre todo los "católicos"
son violentos como los locos con violaciones y matanzas
sin fin], que no obstante temer a la muerte, genera la
muerte.
El cultivo dela ciencia actual parecería ser signo de
que nuestra humanidad se encamina hacia la reflexión y
el conocimiento. Pero bien se sabe que tanto esta
ciencia como la tecnología que de ella se desprende no
pueden producir el bienestar que persiguen. Hombres de
poder material utilizan los logros científicos y
tecnológicos para dividir, atemorizar y destruir al
hombre.
Sujeta a una vida exclusivamente material, nuestra
humanidad empieza a delegar sus funciones reflexivas y
cognoscitivas en la máquina. La máquina piensa por el
hombre y el hombre se confía a ella. Con esto no hace
más que apartarse cada vez más del ejercicio y del
desarrollo de su potencia cognoscitiva y perder la
confianza en el (p.376) trabajo intelectual. Este
confiarse a la máquina tiene el propósito de valerse de
los medios más poderosos para incrementar y conservar el
dominio sobre la humanidad. Pero la elevadísima función
de pensar, tan inherente a la naturaleza humana, en
poder de la máquina somete al hombre a aceptar
resultados que ejercen domino sobre él. Y como el
hombre, a pesar de ser la criatura más perfecta que
existe sobre la Tierra, suele errar en sus pensamientos,
la máquina está sujeta a mucha mayor cantidad de
errores. Y el mínimo error de la máquina puede conducir
al hombre a tomar una decisión que implique la
destrucción de la humanidad y del planeta. [p.e. la
energía atómica].
La visión negativa que en nuestra actual humanidad se
tiene del hombre no está de acuerdo con sus inmensas
posibilidades de constituirse en un ser distinto, en un
ser cognoscitivo. Los hombres que vinieron del cosmos y
un gran e imprecisable periodo de la humanidad que
generaron son los elocuentes ejemplos de lo que el
hombre es capaz. La naturaleza del hombre no es, pues,
el mal. La humanidad actual está viviendo un largo
período de equivocaciones que atentan contra su
naturaleza como consecuencia de que ignora la verdadera
finalidad de la existencia humana.
El desarrollo de la capacidad reflexiva para incrementar
y conservar el conocimiento constituye la única vía por
la que el hombre puede elevarse hacia formas superiores
de vida en las que la maldad y el egoísmo no pueden
tener cabida. El hombre de la actual humanidad se ha
sentido siempre presa del temor ante ese horizonte
oscuro que constituye su origen y su pasado, por lo que
piensa que ese horizonte es enigmático. Al mismo tiempo
tiene ansias de conocer lo que hay más allá de su
habitat planetario, y como por sus propios medios no
puede conocer ni lo uno ni lo otro, llega a la
conclusión de que ello sólo es posible para seres
sobrenaturales.
Pero por las Piedras Grabadas de Ica nuestra humanidad
empieza a tener conocimiento de aquello que consideró
siempre un enigma insondable: su origen y su pasado. Y
también por las Piedras Grabadas de Ica puede ahora
darse cuenta de que si asume aquella finalidad de la
existencia humana que caracterizó a la humanidad que
vivió en la Tierra en (p.377) el más remoto pasado,
puede llegar a tener conocimiento de lo que está más
allá de su habitat terrestre. Los Gliptolitos han
informado que para esto no se requiere ser un ente
sobrenatural, pues para liberarse de las fuerzas que
retienen al hombre en este habitat planetario es
imprescindible como elemento esencial poseer la
naturaleza humana.
Y que luego el cultivo permanente del desarrollo de la
capacidad reflexiva y del incremento del conocimiento
puede hacer del hombre un ente cuya energía cognoscitiva
se desplace al cosmos y le permita conocer y producir
fenómenos. Lo más formidable de esta proyección de la
energía cognoscitiva, según informan las Piedras
Grabadas de Ica, es la extraordinaria posibilidad que
tiene el hombre de lograrlo sin que su cuerpo orgánico
perezca.
No se piense, como podría creerse, que en situaciones
como éstas el hombre tiene que convertirse en dos
entidades. El hombre es siempre una sola entidad. Su
energía cognoscitiva, por muy distante que sea el lugar
del cosmos hacia donde se la proyecte, no dejará de ser
un fluido ligado interminablemente a la masa orgánica,
pero al mismo tiempo ésta no será una simple masa;
estará, por lo contrario, impregnada de esa energía
cognoscitiva, tal como una fuente energética que
proyecta su fluido si toda ella está energizada.
Si bien los que vinieron del cosmos fueron reflexiva y
cognoscitivamente mucho más evolucionados que los
hombres, que alcanzaron el más alto rango de la escala
que generaron, no fueron dioses sino hombres. Sus
extraordinarias realizaciones hacen de ellos el modelo
de lo que es capaz el hombre, Ahora que se sabe de
ellos, y de sus logros, posiblemente nuestra actual
humanidad se interrogue sobre su origen. ¿Fueron acaso
los primeros hombres que han surgido en el Universo? ¿O
tal vez, en un pasado que antecedió a su llegada a
nuestro planeta, fueron generados por hombres mucho más
evolucionados que ellos?
Sólo debo responder por ahora que estos hombres aún
existen, y que así como el Universo es eterno, estos
hombres son parte indesignable del Universo.
Pero las Piedras Grabadas de Ica no sólo nos han
informado que aquel cultivo permanente del desarrollo de
la (p.378)
[páginas 379 y 380 FALTAN]
[El gobierno loco peruano rechaza la herencia
peruana de las piedras grabadas de Ocucaje y deja
Cabrera y deja vender las piedras grabadas]
que un arqueólogo de prestigio halló unos ejemplares que
probaron que las Piedras Grabadas de Ica no eran de
hechura reciente, se pasó inexplicablemente a la
incredulidad. Pero la incredulidad ha persistido a pesar
también de que análisis de laboratorio de instituciones
de reconocido prestigio han venido a demostrar que los
grabados son antiguos, pues una pátina de oxidación
cubre las incisiones de las piedras.
¿Qué pensar entonces de los empeños por demostrar que
las Piedras Grabadas de Ica [de Ocucaje] son el producto
de una artesanía local? ¿Y qué pensar también cuando
luego de sostenerse esto se deja que los ejemplares que
siguen saliendo de Ocucaje continúen libremente siendo
objeto de comercio? Es como para creer que se quisiera
hacer desaparecer las Piedras Grabadas de Ica con el
propósito de que ya no pueda encontrarse un solo
ejemplar cuando llegue el día en que se busquen los
depósitos en que fueron dejados por aquella humanidad
que existió en el más remoto pasado.
Y si esto fuera así, las únicas piedras grabadas
visibles serían las del Museo de Javier Cabrera Darquea
[en Ica, y las piedras con espacionaves están en el
ministerio de aviación, preguntar en la cuadra 51 o 52
de la avenida Arequipa en Miraflores en Lima] y entonces
se habría cumplido aquel torvo deseo de hacer creer que
él las mandó grabar. Pero aun así, el inconcebible
esfuerzo por ocultar las referencias que de esa
humanidad vienen desde el más remoto pasado, habría sido
inútil, pues aquella humanidad también dejó sus mensajes
en objetos de metal, en ceramios, en cueros, en madera
talladas, en mantos y también en conjuntos
arquitectónicos pétreos y en el suelo ferruginoso de la
Pampa de Nasca. Como si aquella humanidad hubiera
previsto que se iban a poner en duda sus testimonios
dejados en aquel material elegido por su duración casi
eterna: la piedra.
Innumerables han sido los obstáculos, las presiones que
han actuado sobre mi para que abandone estas
investigaciones. Pero mi condición de científico,
sensible a la evidencia arcaica del rastro humano más
inteligente que habitó nuestro planeta, me ha permitido
vencer y seguir venciendo los obstáculos que he
encontrado a lo largo de casi diez años. Este empeño me
viene por la convicción de que las Piedras Grabadas de
Ica con el legado no de un grupo de hombres a otro grupo
sino de una humanidad (p.381) a otra humanidad, la
nuestra. No soy ajeno a que posiblemente se me opongan
nuevos y más grandes obstáculos, pero mi compromiso de
que la humanidad actual conozca plenamente los mensajes
que encierran las Piedras Grabadas de Ica, impedirá que
ceje en mi tarea. Mensajes ya descifrados en miles de
horas de observación y análisis en los últimos diez años
de mi vida desde que ingresé al mundo de los Gliptolitos
esperan la oportunidad de ser dados a conocer.
Los mensajes de este libro tienen el propósito de
introducir a nuestra actual humanidad a ese mundo que
existió en nuestro planeta en aquel pasado tan remoto. Y
es que considero que siendo tan radicalmente opuesto el
camino que sigue nuestra actual humanidad, los mensajes
del Mundo Gliptolítico deben ser entregados poco a poco.
Indudablemente, aún existen muchos más que esperan ser
descifrados. Ello requiere tiempo y profunda reflexión.
y no habrá obstáculo alguno por muy grande que sea que
me impida seguir desentrañando los legados de la
humanidad que habitó el planeta en aquel remoto pasado,
aunque para ello tenga que emplear toda mi vida (p.382).