de: María Espósito: Leyendas
Mapuches; en: Diccionario Mapuche mapuche-español /
español-mapuche; personajes de la mitología; toponimia
indígena de la Patagonia; nombres propios del pueblo
mapuche; leyendas; Editorial Guadal S.A., 2003; ISBN
987-1134-51-7
Resumen: Hay el dios del sol y la diosa de la luna, y
el sol dejó caer sus niños a la tierra provocando huecos
grandes. Después lloró la luna provocando lagos y los
cuerpos rotos de los niños fueron convertidos en un
serpiente (filu) de las aguas, Caicai. Siguió una
inundación de Caicai contra el creador Sol, y Sol hizo la
buena serpiente (filu) Trentren como vigilante de Caicai.
Además el Sol enseñó a los mapuches, pero los mapuches
olvidaron la educación y se lucharon. Ahora el Sol dejó
actuar Caicai subiendo las aguas para dar un susto a los
mapuches, pero Trentren dejó aumentar los cerros también.
Al fin Caicai murió y sobrevivían un niño y una niña como
base de los Mapuches.
<Mucho antes de que llegaron los blancos, sólo habitaban
las tierras los antiguos y verdaderos mapuches. Dios vivía
en lo alto con su mujer y sus hijos, reinando sobre el cielo
y la tierra. Aunque siempre era Dios, se lo llamaba de
diversas maneras:
Chao, el padre; Antü, el sol; o Nguenechen, creador del
mundo.
A la reina, que era su esposa, le decían Cuyen, la luna.
Dios había creado el cielo, las nubes y cada una de las
estrellas. Había hecho correr los ríos y crecer los bosques.
Pero lo más importante había sido que con sus enormes dedos
había sembrado por todas partes a los animales y a los
mapuches. Mientras tanto, los dos hijos mayores de
Antu (sol) y Cuyen (luna) crecían. Un día, quisieron
ser como su padre, querían crear cosas y reinar sobre la
tierra. Al ver que no podían comenzaron a criticar y a
burlarse de él - hasta que Dios enfureció.
Así, con cada una de las manos tomó a sus hijos de los
cabellos y los dejó caer desde lo más alto del cielo sobre
las cordilleras rocosas. Los cuerpos gigantescos se
hundieron en la piedra formando dos inmensos agujeros. La
madre Cuyen no aguantó (soportó) la angustia (tortura) de
observar esa pelea y se puso a llorar lágrimas enormes que -
poco a poco - comenzaron a inundar los profundos hoyos que
en la caída habían hecho sus dos hijos. Así se formaron los
lagos vecinos: el Lácar y el Lolog (hoy en Argentina).
Dios tampoco soportó tanto dolor y decidió perdonar a sus
hijos rebeldes. Entonces, les dio vida a los dos cuerpos
despedazados (rotos) y los transformó en una enorme culebra
alada (serpiente con alas) encargada de cuidar los mares y
los lagos. La llamó Caicai.
Igualmente, la serpiente continuaba con la ambición de
derrotar a Dios y dominar, de una vez por todas, el mundo
entero. Furiosa, Caicai se llenaba de odio contra Antu y
todos los seres vivos creados por su padre.
Al darse cuenta de su error, Dios creó una serpiente buena,
a la que llamó Trentren. Y antes de dejarla bajar a la
tierra, le dijo:
"Tu misión es vigilar a Caicai. Cuando veas que comienza a
agitar el agua del lago, debes avisar a los mapuches para
que busquen refugio y se pongan a salvo."
Pasó el tiempo, y un día Dios decidió bajar a visitar a los
(p.256) mapuches. Les enseñó a cumplir los trabajos, a
sembrar, a conservar los alimentos y a respetar el tiempo.
El gran Chao (gran padre) volvió a su casa satisfecho.
Luego, transcurrió otro tiempo tan largo, que los mapuches
se olvidaron de las enseñanzas que habían recibido. Es más,
dejaron de ser buenos hombres y empezaron a pelearse entre
sí. Ya no había quien quisiera escuchar los consejos de
Dios. Los propios descendientes de sus hijos hablaban de sus
antepasados sin ningún respeto. Tanta bronca (lucha) sintió
Antu, que decidió recurrir a Caicai:
"Quiero que hagas subir las aguas del lago, a ver si un buen
susto hace que los hombres cambien su conducta."
La conversación fue escuchada por la atenta Trentren, quien
enseguida lanzó su silbido de alerta para convocar a todos
los mapuches al cerro donde vivía ella. El pueblo, lleno de
miedo, comenzó la subida. Los animales también iban. Pero el
agua los perseguía tan deprisa (rápido), que muchos murieron
ahogados. Los mapuches que caían al agua se convertían en
peces o en rocas.
La serpiente buena gritaba: "Trentren, trentren". Y la
montaña subía. La serpiente mala decía: "Caicai, caicai". Y
el agua aumentaba más y más.
Un día Caicai quiso ir a buscar a los mapuches a las cuevas
de los cerros para terminar con su terrible misión. Trentren
la interceptó y con su cola la hizo caer por la ladera de la
montaña. En su caída, entre las piedras filosas, Caicai
murió. Al poco tiempo, las aguas pararon de crecer.
Nadie sabe cuánto tiempo duró la batalla. Sólo se sabe que
todos murieron . Todos menos un niño y una niña que
sobrevivieron en el abismo profundo de una grieta. Únicos
seres humanos de la tierra que crecieron sin padre ni madre,
desabrigados (sin ayuda) de palabras y amamantados por una
zorra y una puma. De ese niño y esa niña descienden todos
los mapuches.>
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